Historia de detectives (Parte dos)

-Ruego a dios que no venga. –Murmuró Rojas, sentado en un café.
-Vos no crees en dios.
-Si. Cuando se trata de enfrentar al diablo, creo en cualquier cosa.
-No es para tanto.
-Creeme que si. Es el verdadero demonio.
-No es para tanto. –Repitió Gonzales. –Solo por que lo suyo…
-¿El sida es enfermedad venérea?
-No. Blondeau es un pelotudo.
-Y vos sos un genio porque hiciste tres años de medicina.
-No, pero se que tipo de enfermedad es el sida.
-¿Qué tipo de enfermedad es?
-No tengo idea. Pero venérea no es.
-Hasta que te diste cuenta. – Una voz femenina interrumpió la conversación. La dueña de la voz se sentó en una de las sillas. Era una mujer de escandaloso pelo rojo, con ojos muy grandes, que sonreía burlonamente. -¿Ahora te agarraste sida, Juan?
-Buenos días, Mariana. – Respondió fríamente Gonzales.
-Buenos días. –La mujer sonrió ampliamente. – Buenos días hijo de puta. – Terminó, mirando fijamente a Rojas.
-Buenos días, perra. –Dijo el, sin inmutarse. –Dichos todos los saludos de rigor, pongámonos a trabajar.
-¿Trabajar? No se ustedes, pero yo no voy mas lejos de una reunión con un viejo amigo, y un viejo enemigo, ¿O me llamaron por una mera razón de trabajo?
-Trabajo. –Dijo Rojas, sin pensarlo. Gonzales miró al piso incómodo.
-Yo si tenia ganas de verte.
-Yo también, Juan. –Ladeó la cabeza. –Pasaron muchos años.
-Ocho. –Dijo Rojas. –Ocho años de la última vez.
La mujer levantó una ceja.
-Yo había contado siete.
-¿Y si pasamos al trabajo? Me llamaron por “ese” caso, ¿no? El de la mina en el edificio, ese con todo el cuarto pintado de blanco, que parece un loquero. Me encanta.
-¿Cómo te enteraste de eso? –Rojas se levantó de la silla. –No me digas que vos y todos esos amarillistas están metidos. El cliente nos va a matar.
-Yo lo se todo. –Exclamó ella, levantándose también. –Es mi trabajo, de cualquier forma nadie quiere publicar nada, hay guita de por medio. Interroguen a los sospechosos. Supongo que tus amigos canas tienen información. –Hizo una mueca de disgusto, mirando directamente a Rojas. –Hagan lo mismo de siempre. No entiendo para que me llamaron.
- Creo que es muy simple. –Respondió el.
-¿Tus amigos canas no te dieron lo que necesitabas, y acudís al periodismo?
-Exacto. –Dijo Gonzales sin dejarlo contestar.
-Los llamo dentro de media hora. –Susurró ella, se levantó y se fue.
-Como la odio. –Dijo Rojas.
Gonzales negó con la cabeza.