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miércoles, 23 de diciembre de 2009

El colmo (y feliz Navidad, herejes.)

Nicolás Noel levantó la mirada de la lista que repasaba desde principios de mes, y miró por encima de sus lentes en forma de medialuna al pequeño hombrecito, que cambiaba el peso de su cuerpo de un pie al otro. Su respingada nariz estaba totalmente roja por el trabajo en la nieve, juzgó Noel, aunque, en realidad, el duende había estado todo el día en el taller, y la única causa de su rubor era estar frente al mismísimo jefe.
Noel bajó totalmente el papel, porque algo en la expresión culpable de su interlocutor le llamó la atención. No sabía que el pequeño, de nombre Pinky, había perdido una apuesta, y por eso había sido designado para ir a hablar con él.
-¿Qué quieren hacer que? -tronó, levantándose de su cómodo sillón rojo.
Pinky se estremeció, y después contó hasta cinco, como había visto que hacían en Lost (era un gran fanático de la televisión humana), y después se paró más derecho. Susurró un mantra de yoga para darse ánimos a si mismo, sintiéndose más seguro para responder.
-Un partidito de fútbol, señor. –explicó resueltamente. –Queremos hacer un partidito de fútbol.
Noel levantó una ceja. Hacía mucho que estaba cansado de trabajar con duendes, seres irascibles y con foco atencional ridículamente corto, pero eran mano de obra barata, y eso estaba difícil de conseguir esos días. Más si no quería usar elfos.
Negó con la cabeza. No, elfos no. Había tenido elfos una temporada hacía varios años. Cada vez que lo recordaba le daba dolor de cabeza. Todos eran hermosos, altivos y rubios, sin ninguna excepción, y se la pasaban haciendo magia y hablando con profundidad sobre el significado de la vida. Aburrido.
No podía tener elfos. Y tampoco gnomos. Se creían demasiado, con sus marchas del orgullo enano. Le arrancaban la cabeza por media hora al día, si tenía suerte.
Y, si se trataba de que le cobraran fortunas, ya tenía suficiente con los renos, que por una noche al año lo hacían pagar toda la instalación en el parque nacional. Todo por ese rollo de “somos animales en extinción”.
Hadas tampoco le servían. Eran histéricas, en una sola palabra. Se pasaba la tarde preguntándose cuando dejarían de peinarse y empezarían a trabajar.
No. Los duendes eran, ciertamente, su única opción. Pero ese detalle no impidió que apoyara las blancas sienes en las manos, trazando círculos en la frente con los dedos. Pinky retrocedió. Esa demostración de preocupación era una mala señal.
Nicolás Noel aspiró una honda bocanada de aire helado, que se colaba por el enorme ventanal ubicado detrás de su escritorio. Le había tocado presencial muchas cosas extrañas en su larga vida, pero jamás había tenido tantas ganas de jubilarse. Jamás.
Ni siquiera cuando su esposa se fue de vacaciones al caribe porque estaba harta de estar resfriada. Pobre Lucinda, la verdad. Había tenido que soportar tantas cosas… Primero la juguetería, después eso de nunca tenerlo en casa para navidad, después la idea de mudarse al Polo Norte. ¡Al Polo Norte! ¡Ella, que dormía con cuatro frazadas en octubre!
Ya estaba. Era el colmo, el punto mas alto al que Noel podía llegar sin quebrarse y llorar estilo Guns and Roses. Suficiente.
-Las cosas que hay que escuchar…-meditó bajito, tomando la pila de papeles que tapizaba el escritorio, y metiéndola dentro de un cajón vacío. –¿Sabe que? –preguntó al duende, que negó con la cabeza varias veces, escudándose con la mano, como si tuviera miedo de que Noel se abalanzara sobre el para matarlo. –Hagan lo que quieran. Jueguen al fútbol.
Noel sonrió por detrás de la barba, aliviado por haber encontrado tan rápida solución a todos sus problemas.
Pinky, que parecía sorprendido por el ritmo que habían tomado las cosas, asintió con la cabeza, articulando un “Gracias” sin emitir sonido alguno, porque estaba demasiado ocupado observando a Noel con la seguridad de la persona que sabe que el otro se volvió loco.
-¡Yo me voy! –siguió el anciano, y atravesó las puertas de la oficina.
-¿Se-señor Noel? –tartamudeó Pinky. -¿A dónde va?
Papa Noel lanzó una carcajada demente.
-¡Que importa! –gritó, y se metió los dedos en la boca.
Soplando con fuerza, emitió un silbido agudo, que le entró por un oído y le salió por el otro al pobre duende, y seis renos tirando un trineo rojo se acercaron por el pasillo, rompiendo todo a su paso.
Noel se subió resueltamente en el trineo.
-¡Feliz navidad! –gritó, antes de romper la ventana en miles de millones de pequeños cristales de azúcar y salir volando.
Pinky se quedó mirando la figura roja desaparecer entre las nubes de diciembre con la boca abierta en una mueca de horror absoluto.
Contó hasta cinco de vuelta, y se encogió de hombros.
Noel siempre volvía. Estaba un poco muy comprometido con la causa.


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Es... Un regalo. Para ustedes, gente. Se lo merecen de acá a la china. Eso sí, Papa Noel escapándose de su taller para tomarse una merecidísimas vacaciones es decididamente una idea indecente (?). Así que se me ahogan en agua bendita, que ya ni el diablo los salva, como dice una amiga mía.
Bueno. Peléense con la tía jodida que todos tenemos, critiquen el (delicioso) arrollado de la abuela sólo por el gusto de verla chillar, cómanse TODO, que el niño Jesús les da permiso.
A la hora de brindar, voy a hacerlo internamente por todos ustedes. (En voz alta no, porque vamos a empezar con "Esta chica está rara, habla sóla, se pasa horas en la computadora, y no atiende el aparatito...¿Cómo se llama?...Sí. Calular. Eso." de mi abuela. Y eso va a ser malo, ustedes no conocen a mi abuela gente.) Así que nada. Por que sigan igual de hippies, frikis, dementes, obsesivos, sexualmente liberados, fumados, otakus, herejes y otros componentes de la mezcla que aprendí a amar.

¡Feliz Navidad!

¡¡Los quiero Mucho!! Les debo de todo. Les debo a Magenta como ser virtual, les debo parte de lo que soy yo ahora, les debo tantas amistades que ya ni puedo contarlas, les debo mucha comprensión que obtuve con ustedes, cuando no la obtuve con "los de afuera". Y, principalmente, les debo el primer capítulo de Luna Roja xD (Ya van a ver que va muy bien encaminado, lo juro. Van a amar a los personajes. Son tan... Ay, no se, estoy enamorada de ellos.)

Nos vemos, gente. Felices fiestas, ojalá que todos tengan en la mesa y en el alma lo mismo que yo. Chocolate, amor y mucha familia. Que joden, pero... Son familia.
Los quiero,

Magenta**
**aire que respiro, cargate de agua, regalame una navidad tormentosa**

martes, 8 de diciembre de 2009

Luna Roja: La puerta el sol. (Parte uno.)

El cielo cae en espirales ensangrentados, y la tierra se abre en una siniestra invitación a salir a jugar. Ya no existe el agua, no en este mundo.
“Soy el farolero de la puerta El Sol…”
Los árboles, secos bajo el fuego, se retuercen en extrañas formas, como si pudiesen sentir dolor.
“…cojo la escalera y enciendo el farol…”
Y tal vez pueden, tal vez pueden sentir dolor. Claro que sí. Te reís de vos mismo por no haberlo pensado antes. Todo lo que vive, siente, y todo lo que siente, sufre.
“…a la medianoche me pongo a contar…”
¿Querés, querés, querés salir a jugar? Queré, querés, querés…
“…y siempre me sale la cuenta cabal…”
Siempre, siempre, siempre… Caes al piso, sin fuerzas. Ya no te duele, las heridas parecen lejanas. El dolor tiene un sabor añejo en tu boca, sabor que en tu mente está conectado con la navidad de dos mil nueve, y con esa vieja cancioncita infantil.
“…dos y dos son cuatro, cuatro y dos son…”
Gritas desde el piso, aunque sabes que nadie va a escucharte, no ahí.
“…seis. Seis y dos son ocho, y…”
Gritas otra vez, pero la voz se te atora en la garganta, junto con el polvo. Recordas ahora, en la conciencia del dolor más absoluto, que había algo que debías hacer. Un mensaje, debías pasar un mensaje…
“…ocho, dieciséis. Y ocho veinticuatro, y ocho treinta y dos…”
Te revuelcas en el piso, desesperado, al darte cuenta de que es tarde. Supones que otra vez te Salió la cuenta cabal, y te sientes un idiota. El mensaje. Ya es demasiado tarde para el mensaje.
“…ánima bendita, me…”
Demasiado.
“…arrodillo…”
Tarde.
"...en vos."

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Listop. Terminado el larguísimo prólogo. Ahora, a partir del primer capítulo, van a empezar a entender de que se trata esto.

Nos vemos,

Magenta**